—¿Estás
tirando el pasto a la basura?
—Y sí… ¿qué
querés que haga? ¿Lo querés de recuerdo?
—No, no. Pero
no lo tires. Desparramalo alrededor de la compotera, así parece que se lo
comieron los camellos.
—Escuchá un
poquito lo que estás diciendo, haceme el favor. Si está desparramado, es que no
se lo comieron. Y la idea es que sí se lo comieron.
—No te digo
todo el pasto, che. Un poco. Así parece que cuando comían, se les cayó un poco.
Los camellos comen así.
—¿Cuántos
camellos tuviste en tu vida vos? ¿Experto en camellología sos ahora? El camello
se come todo y te chupa el piso después. Es la tradición.
—Eso pasa si
solamente tuviera esta compoterita para comer. Pero ponete en la fantasía. Los
camellos vienen comiendo pasto desde hace un millón de casas. Si multiplicás
casa por pasto por capacidad estomacal…
—Yo no puedo
creer que a las doce de la noche estemos discutiendo acerca de la digestión de
los camellos. Mañana me levanto a las seis para ir a trabajar.
—El agua
estaría bien que se la tomen toda, porque la almacenan en la joroba, pero el tema
del pasto, no sé. Y habría que dejar algo de comida para Los Reyes también. ¿Por
qué nunca se le deja comida a los Reyes? Todo para los camellos, y los Reyes que
revienten. Terminan la noche muertos de hambre y a los camellos les sale el
pasto por las orejas. Si lo pensás, es injusto.
—Bueno, el
año que viene les dejamos Vitel Tonné. Pasame los regalos.
—¿Todavía
queda Vitel Tonné? No puede estar comestible todavía.
—Decíselo a
tu vieja, que hace vitel como para trescientas personas y siempres somos los
mismos cinco en la mesa. Y si nos vamos a poner a hablar de injusticias, peor
la pasan los renos de Papá Noel. ¿Alguien les deja pasto? Nadie. Porque te
cuento que también comen pasto ellos. Y son como ocho o nueve.
—Pero vuelan.
Son mágicos.
—Pero morfar,
morfan. Y si vamos a hablar de mágicos, tres camellos que se cargan todos los
juguetes del universo y se recorren el planeta en una noche no suena muy
normalito.
—Y sin
trineo.
—Y sin
trineo. Puro lomo. Ahí tenés la explicación de por qué se comen todo el pasto.
Gasto calórico.
—¿Pero cuál
es la masa corporal del camello?
—No sé. Ya
apagué la compu.
—La prendemos.
En Wikipedia debe decir.
—¡No la
prendas! Hace un quilombo cuando se prende que va a despertar a la nena.
—Igual se va
a despertar. Hace pis doscientas veces por noche.
—Uy… Tenés
razón…
—¿Qué pasa?
—Eso pasa.
Que se levanta mucho. Yo no sé si conviene poner los regalos ahora. Vos viste
lo que le costó dormirse con esto de los Reyes. Se llega a levantar y ve los
regalos, nos va a estar saltando en el colchón a las dos de la mañana.
—Pero si se
levanta y no ve nada, es como que le matamos la ilusión. Y le quedan, máximo,
cuatro añitos más de creer. Capaz que cinco si la encerramos en una jaula sin
contacto con otros chicos. Por eso, hay que hacer bien las cosas.
—¿Y qué es
hacer las cosas bien?
—Dejar pasto
alrededor de la compotera. Realismo en la escena.
—Si querés
realismo, el año que viene ponemos también un pedazo de bosta al lado del
arbolito. De todo el pasto que les entra, algo les tiene que salir.
—¿Y justo acá
en el comedor tienen que venir a cagar los camellos? Además, vivimos en medio
de la ciudad, en un piso doce. ¿Vos pretendés que me vaya hasta el medio del
campo a traer bosta de vaca?
—Vos hablaste
de realismo.
—¿Querés realismo?
Los Reyes somos nosotros y estamos discutiendo sobre pasto y bosta a las… uh,
ya son las doce y media.
—Eso es
realidad, no realismo. El realismo te ayuda a esquivar la realidad. Como Papa
Noel.
—A Papá Noel
le falta realismo. Reyes es mejor. Les das toda la noche para poner paquetes.
Papá Noel tiene hasta las doce nada más y con los pibes despiertos. Y además es
uno solo.
—Los yanquis
lo hacen mejor. Lo hacen como Reyes. Los pibes ven todo a la mañana.
—Bueno, pero
no vivimos en Yanquilandia.
—Ni tenemos
chimeneas. Y así y todo, Papa Noel entra igual y nadie discute como deja un
trineo flotando afuera con ocho renos colgando y con toda la familia despierta
y comiendo garrapiñada al lado.
—Garrapiñada.
Eso le podemos dejar a los Reyes el año que viene.
—Somos
nosotros los Reyes.
—Ya sé. Pero
quiero comer garrapiñada. Y se consiguen ahora. En invierno, que es cuándo se
deberían comer, no hay. Las conseguís ahora, con cuarenta grados de
temperatura. Somos jodidos hasta para eso.
—Bueno, ahí
están los regalos.
—Pará. Estas
son las crocs de la nena. ¿Pusiste las crocs de la nena para los regalos?
—Sí.
—Un verdadero
Rey Mago no dejaría un regalo en un par de crocs. Es un zapato horrendo.
—Serán
horrendos pero son cómodos. Yo tengo crocs.
—Ya sé.
—¿Qué
significa “ya sé” así, a secas? ¿No te gusta como me quedan?
—Son
difíciles de observar. No sé, me parece una falta de respeto a un Rey Mago.
Dejale una zapatilla, una botita. Pero un croc…
—La una de la
mañana… Por dios, terminemos con esto, quiero dormir.
—Listo. Quedó
bastante bien. Dejé entonces un poquito de pasto tirado. Y derramé agua.
—Está bien.
¿Sabés qué?
—¿Qué?
—Tener estas
conversaciones a esta hora es lo que me hace amarte.
—Yo también
te amo.
—Somos
geniales. Vamos a dormir.
—¿Tenés
sueñito? Porque si no estás demasiado agotada…
—Ni se te
ocurra. Te amo, pero ahora amo más dormir. Y con este calor, te quiero a cuatro
kilómetros de distancia. No puedo entender que haya gente que nace en
septiembre.
—Ya vas a
venir…
—El sábado,
te prometo…
—Bueno. Te
amo.
—Yo también.
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