martes, 6 de noviembre de 2018

El fanático






No quedaba ni un fragmento de pared sin sus fotos. Carmela sonriendo, Carmela ante los flashes, Carmela recortada de las revistas del corazón; Carmela, la reina de México, llorada por todos y eterna por siempre.
Prendió las velas y acomodó las flores naranjas. Sumó el pañuelo de seda robado y el cuchillo cómplice en la parte inferior del altar. Ella vendría por fin y sería suya por una noche. Ella vendría y no se reiría de su devoción. Ella vendría, porque es ley del Día de Muertos, y ya no estaría aterrada ni gritaría ni tendría que obligarla al silencio con el acero.
Sonrió al ver como su habitación se teñía con las luces policiales. Sonrió aún más, con las pisadas en la escalera. Ella había llegado. Furiosa y distinta, pero había llegado.